Extraído del número 2 (diciembre 2009) de la revista REC +
Autores: Almudena Ortíz y José Luis Arias. www.dogstar.es
No es mi intención con este artículo hablar sobre castigos físicos, collares de impulsos o perros apaleados. Creo que cualquier persona sensible estará de acuerdo en que eso es maltrato, y por lo general es rechazado como algo bárbaro y resulta cuando menos incómodo hablar de ello. Sin embargo, hay otro tipo de maltrato, más sutil y que pasa desapercibido en nuestra sociedad, o que es aceptado como inevitable o incluso necesario. Se define maltrato como “trato vejatorio que ocasiona daño o perjuicio”, pero no se especifica que esto deba ocurrir con una intencionalidad, es decir, que este daño o perjuicio puede suceder sin intención de hacerlo. Por tanto, con este artículo no quiero acusar a nadie, ya que muchos de estos maltratos cotidianos se producen por ignorancia, porque no conocemos otra manera de hacer las cosas. Tampoco pretendo generalizar, si alguien se siente ofendido por alguno de los párrafos, no habré conseguido mi propósito, ya que este es abrir los ojos a una realidad que está ahí, que aunque cotidiana y aceptada es al menos cuestionable.
También me gustaría aclarar que cuando hablo de maltrato, me refiero a todo lo que produce sufrimiento o daño a nuestros perros, sea o no sea evitable y sea o no intencionado.
Eutanasia/Sacrificio
La acción de dar una muerte digna a un animal que sufre es algo loable y que refleja una sociedad avanzada y un cierto nivel cultural. Sin embargo, en ocasiones se pretende utilizar para acabar con la vida de animales que no presentan problemas de salud o cuyo tratamiento no es asumible por sus propietarios. Es más habitual de lo que se cree la visita de personas al veterinario para eutanasiar a su perro porque no puede hacerse cargo de él y le parece cruel dejarlo en la perrera, porque presenta problemas de comportamiento o porque necesita un tratamiento u operación y no está dispuesto a desembolsar ese dinero. También se dan muchos casos de camadas enteras de gente que ha cruzado a su perra irresponsablemente (o se quedó embarazada por accidente) y luego no tuvo valor para matar a los cachorros pero tampoco está dispuesta a buscarles un hogar. En cualquier caso, siempre es una opción mejor que las clásicas opciones del tiro en la cabeza, los perros ahogados en un saco o los cachorritos tirados al contenedor y triturados en el camión de la basura.
Negación de atención sanitaria
Un clásico dentro del maltrato animal y también un hecho muy aceptado y justificado es la negación de atención sanitaria a los animales de compañía. Hay personas que simplemente no están dispuestas a desembolsar dinero para los cuidados veterinarios de su perro, pero otras muchas se sienten culpables al hacerlo, por la opinión que otras personas de su entorno puedan formarse sobre ellos. El hecho de gastar dinero (o tiempo de cuidados) en un perro, todavía está mal visto incluso en una sociedad que consideramos avanzada como es la nuestra. El concepto que aún se tiene del perro en muchos grupos sociales, incluso dentro de sectores considerados cultos, hace que este se considere una herramienta o como mucho un entretenimiento o un ser vivo con el que pagar sus frustraciones o cumplir sus expectativas. Es, en cualquier caso, un ser del que obtener cosas, del que recibir. Se obvia el hecho de que también hay que dar, que no es un objeto que se conserva mientras obtenemos cosas de él pero cuando requiere cuidados, tratamientos o algún tipo de atención extra deja de compensar. Por otro lado, son habituales las críticas hacia personas que realmente se preocupan por la salud de su perro, del tipo “cómo puedes gastarte eso en un animal, habiendo gente que sufre” o “con lo que te estás gastando en el perro, te podías comprar otro”. Lo que es evidente es que los perros que viven en nuestras casas no han elegido hacerlo. Por lo tanto, ya que somos nosotros los que un día tomamos esa decisión por ellos, también somos responsables de lo que les ocurra a partir de entonces.
Sin embargo, no hace falta entrar en tratamientos muy caros o cuidados muy específicos. Simplemente, la negación de los tratamientos básicos o de prevención de enfermedades produce sufrimiento en nuestros perros que es totalmente injustificable. El hecho de no usar tratamientos antiparasitarios regularmente o poner las vacunas necesarias dependiendo de la zona, hace que los perros tengan parásitos tanto internos como externos o adquieran enfermedades perfectamente evitables.
Nuestra doble moral da lugar a situaciones totalmente absurdas, como la que se da con los perros de finca, de caza, etc. Estos son perros destinados a una utilidad específica, como es cazar o vigilar una propiedad. A menudo, estos perros no reciben las atenciones necesarias, y sin embargo los propietarios de estos animales tienen otros perros en casa que sí las reciben, ya que son considerados de compañía.
Finalmente, me gustaría poner un ejemplo sobre este tema, un caso real que sucedió en una clínica veterinaria de Madrid. Una pareja joven llega con un perro de raza grande al que había atropellado un coche. Se ven bastante afectados por el estado del perro ya que lo quieren mucho, y aunque se puede salvar necesita una operación bastante cara. Los propietarios hablan entre ellos para tomar una decisión, pero entonces la madre de uno de ellos comenta que con lo que se van a gastar en el perro perfectamente podrían comprarse la tele nueva que querían. Ganó la tele.
Entrenamiento para fines poco lícitos
Dejando a un lado el adiestramiento de perros para cuerpos de seguridad, que requieren el aprendizaje de comportamientos agresivos. Sin embargo, hay particulares que deciden provocar estos comportamientos hacia perros o personas de forma totalmente consciente para sentirse más fuertes o poderosos de igual manera que podrían comprarse un arma. En otras ocasiones, el adiestramiento para determinadas prácticas deportivas implica la manipulación del perro durante su desarrollo para conseguir que no se relacione con otros perros ni personas. Esto produce perros desequilibrados y que sufren, ya que su entorno es constantemente hostil para ellos y les produce una gran cantidad de estrés, además de que no se les permite llevar a cabo las relaciones sociales o de exploración de su entorno imprescindibles para su salud mental. Emplean toda esta energía en realizar el trabajo para el que fueron adiestrados, pero son perros que son incapaces de llevar una vida normal. En el mejor de los casos, saldrán a la calle con una correa corta, collares de castigo y bozales para poder controlarlos. En el peor, vivirán en jaulas de las que sólo saldrán para trabajar. Estos animales presentan graves problemas de salud asociados al estrés, además de lesiones producidas por estereotipias y movimientos repetitivos dentro de las jaulas o derivados del uso de castigos, y su esperanza de vida se ve bastante reducida.
Perros de trabajo
Dejando a un lado el tipo de adiestramiento al que se somete a estos perros, ya que es un tema distinto, me gustaría hacer hincapié en el tiempo que los perros pasan trabajando y después del mismo. Independientemente del trabajo que realice el perro, ya sea un espectáculo de baile o detección de explosivos, la realización de estas tareas no debería suponer un problema. Para ello, se debe haber realizado un trabajo concienzudo para enseñar a los perros no solo a realizar una tarea, si no a estar preparados para todas las circunstancias que implica: viajes, permanencia en una jaula durante tiempos prolongados, contacto con muchos tipos diferentes de personas o situaciones, etc. Por ejemplo, un perro de terapia debería sentirse cómodo con el contacto humano o el contacto físico. Además, deberían tenerse en cuenta y respetarse los tiempos de descanso y esparcimiento para que el perro pueda recuperarse de situaciones que aunque no sean negativas sí son estresantes, además de controlar a los guías que por inexperiencia o ignorancia pueden tener un manejo inadecuado de los animales. En caso contrario, se puede dar una situación de estrés crónico que produzca problemas de comportamiento y de salud. Es importante recalcar que esto debería tenerse en cuenta sea cual sea el trabajo del perro. Es muy loable la tarea de un perro que ayuda al tratamiento de niños autistas o busca explosivos, pero cuando esto supone un perjuicio para el perro empieza a ser éticamente cuestionable.
Adiestramiento
No quiero extenderme mucho en este tema, ya que daría para muchas páginas. Simplemente me gustaría señalar que es en este campo donde se da de forma más clara el maltrato cotidiano y aceptado. Todavía es común usar el castigo físico para enseñar, por mucho que se conozcan otras técnicas no punitivas. Es como un legado cultural del que no conseguimos desprendernos, el estigma de las tradiciones, el síndrome de “siempre se ha hecho así”, el miedo a aceptar que la violencia no es necesaria (con todo lo que ello implica en una sociedad en la que la violencia se usa de manera demasiado habitual). Sin embargo, aunque estas otras técnicas van calando entre profesionales y propietarios, es curioso cómo se ven adecuadas para perros de pequeño tamaño o razas “delicadas” (queda un poco raro un collar de pinchos en un yorkshire), pero no en perros grandes o de las mal llamadas razas peligrosas (la gente se siente más segura si un rottweiler pasea con collar de castigo y se le dan las órdenes con voz potente).
Humanización y superprotección
La humanización de nuestros perros es un arma de doble filo. Por una parte, es útil para que los propietarios entiendan que su perro tiene sentimientos, necesidades, etc. Esto es muy útil ya que permite empatizar con su perro y comprenderlo más fácilmente, contrarrestando las opiniones de los que consideran a los perros meros seres inferiores, simples y carentes de sentimiento o pensamientos, o incluso objetos. Sin embargo, es importante también comprender que el hecho de que los perros tengan necesidades y sentimientos no implica que sean los mismos que los nuestros.
Muchas personas tratan a sus perros como si fueran niños pequeños, y desatienden las necesidades que tienen como perros. Perros a los que se cuida mucho el pelo (peluquería, perfumes, champús especiales…) y en realidad se les están creando problemas dermatológicos, ya que un exceso de lavados o el uso de productos no destinados para ellos, no son buenos para su piel. También se les da de comer lo mejor de lo mejor… para personas. Es posible que sólo coma filetes de ternera de primera calidad, pero se están desatendiendo sus necesidades nutricionales básicas. En otras ocasiones, se alimentan con productos que pueden ser dañinos para su salud aunque sean adecuados para las personas
En muchos casos, el propietario lo usa para cubrir ciertas carencias afectivas, por lo que superprotege al animal impidiendo que vaya sin correa por si se pierde, que se relacione con otros perros por si le hacen daño, que olfatee en la calle por si se ensucia o contrae alguna enfermedad o incluso no sacándolo a la calle o haciéndolo únicamente en brazos. Estos perros sufren cada vez que salen, ya que no son capaces de relacionarse con su entorno ni con otros perros, tienen miedo a todo y en muchos casos presentan comportamientos agresivos hacia situaciones que producen ansiedad en los propietarios. Estas situaciones se generalizan, provocando que estos perros salen constantemente asustados y muy reactivos ante cualquier estímulo. Además, se vuelven excesivamente dependientes de sus dueños, dando lugar a problemas de ansiedad cuando se quedan solos y a la incapacidad de adaptarse a situaciones nuevas.
Clínicas Veterinarias
Por lo general, en la mayoría de las clínicas, al menos las que yo conozco, la práctica de la medicina Veterinaria es a la vez una actividad lucrativa pero perfectamente compatible con unos valores éticos. Aunque supongo que no es una actividad muy generalizada, he conocido algunos casos de veterinarios que abusan de la ignorancia y la buena voluntad de sus clientes, en momentos en los que los nervios y la preocupación por su animal enfermo los hace más vulnerables. Recomendar tratamientos, intervenciones quirúrgicas o ingresos en perros con enfermedades muy avanzadas y sin posibilidades de recuperación, en muchos casos no sólo es cruel con los propietarios, ya que les supone un gran desembolso económico e infunde esperanzas que no son reales, si no que aumenta o prolonga el sufrimiento del animal que de otra forma podría morir en casa y no prolongar su agonía. Sin embargo, está bien visto alargar la vida de nuestros perros (igual que se hace con las personas) porque queremos hacer todo lo que podamos por ellos y porque nos cuesta despedirnos. Parece que nos resulta cruel dejarlos morir, más que alargar su sufrimiento alguna semana más.
Intrusismo profesional
He querido incluir en este apartado a Veterinarios, educadores caninos, terapeutas de comportamiento y adiestradores. Es evidente que cada uno de ellos tiene su papel, pero esto no siempre es así. Adiestradores que hacen modificaciones de conductas para las que no tienen conocimientos, educadores o terapeutas que recomiendan medicación o Veterinarios que “recetan” collares de impulsos son muy habituales. Esto provoca que muchos perros sean tratados con medicamentos inadecuados o sin control, que se den por irrecuperables perros con problemas de comportamiento que son tratables, etc. También es demasiado habitual que algunas personas sin ningún tipo de formación ejerzan de pseudoveterinarios o pseudoadiestardores, lo cual deriva de manera casi inevitable en sufrimiento o incluso en agravamiento de los problemas que pretendían solucionar.
Maltratos genéticos
Es este uno de los temas tal vez más espinosos a tratar en este artículo. Aunque tal vez la mayoría de la gente no lo sepa, la creación de las razas de perro en un proceso en parte artificial, que aprovecha las mutaciones genéticas que se producen de manera natural en algunos perros. Por ejemplo, las patas cortas de los teckel, ejemplares albinos, etc. Estos animales que nacen con algo “diferente” son seleccionados y empleados para criar y así obtener una nueva raza o “mejorar” una que ya existe con un hocico más chato o los ojos más saltones. Cuando escribo “mejorar” lo hago entre comillas porque son mejoras relativas, desde un punto de vista de exposiciones y obtención de ejemplares más bellos. Sin embargo, a veces nos olvidamos de que los extremos nunca son buenos, y tal vez un perro con la cabeza más grande sea más bello en una exposición, pero ese cachorro cabezón tendrá serios problemas en el parto, así como la selección de perros blancos acarrea un alto porcentaje de cachorros sordos debido a esas misteriosas leyes de la genética. Y así una gran cantidad de problemas, algunos solucionables y otros no, que van a producir un sufrimiento desde el mismo momento del nacimiento si no antes.
Cría y cachorros
Realmente es difícil resistirse a esos cachorritos que nos miran desde una vitrina en un centro comercial o que hemos visto en una foto a través de internet. Y además es tan fácil entrar y comprarlo o encargarlo y que nos lo manden cómodamente a casa… Y a esos precios tan económicos, no como mi vecino, que se gastó nosecuantosmil euros en un perro igualito igualito. A todos nos ha pasado, incluyo yo he tenido la tentación de llevarme alguno a casa, pero a la vez me ha hecho plantearme muchas dudas. ¿De dónde salen tantos cachorros? ¿Cómo pueden tener algunas tiendas cachorros de tantas razas distintas? ¿Por qué vienen en condiciones tan lamentables?
La mayoría de estos perros vienen de granjas de perros (y hago hincapié en lo de granjas, no estoy hablando de criadores profesionales) donde el único interés es el beneficio económico. Las madres son explotadas y crían en cada celo (unas dos camadas al año). Los cachorros les son retirados lo más pronto posible para que entren en celo de nuevo, privando por tanto a los cachorros de los cuidados maternos y la alimentación adecuada. Por otra parte, las madres no están en buenas condiciones, ya que cada gestación es un gran gasto energético y no se les permite recuperarse entre ellas, lo que produce graves carencias, lo que unido a una mala alimentación para abaratar costes da lugar a cachorros con problemas nutricionales, escasamente desarrollados. Estas granjas suelen estar aisladas, de manera que los cachorros pasan sus primeros días de vidas hacinados en jaulas y sin contacto con el exterior ni con personas, sin cuidados veterinarios, llenos de parásitos. En muchas ocasiones los cachorros proceden de fuera de España, por lo que hay que transportarlos hasta aquí. Esos viajes de varios días en furgonetas sin ventilación y en condiciones lamentables, provocan la muerte de muchos de ellos, y los que sobreviven llegan enfermos, desnutridos y con altísimos niveles de estrés. Después de eso, solo les queda esperar en una urna a que alguien se encapriche de ellos o que se hagan demasiado mayores para poder venderlos. Cuando llegan a su nueva casa, presentan graves problemas de salud, muchos mueren durante los primeros días (y en la tienda te lo cambian por otro, como si fuera un microondas) y la inmensa mayoría tiene problemas de comportamiento causados por unos primeros meses de vida traumáticos, madres con altos niveles de estrés durante la gestación y carencias nutricionales durante su desarrollo.
Mutilaciones
El corte de orejas y de rabo es totalmente aceptado en determinadas razas, y hasta hace poco en muchas era un requisito para presentarlas a exposiciones de belleza. Entiendo que en algún momento de la historia, cuando cada raza se usaba para un cometido, estas mutilaciones se hacían con un determinado fin, como que los perros de raza no se dañaran los rabos con la maleza produciendo heridas problemáticas o que los perros de guarda parecieran más fieros. Sin embargo, en la actualidad, la mutilación por motivos estéticos, para que un doberman parezca un doberman o porque si mi cocker tiene rabo la gente pensará que no es de raza, no tiene ninguna justificación.
Otro punto a tener en cuenta son las castraciones que se realizan de manera habitual tanto en machos como en hembras sin que existan problemas médicos. Se hace unas veces por evitar embarazos no deseados, y en otras por intentar solucionar problemas de comportamiento. Creo que en un país donde tantos miles de perros son abandonados cada año, la castración sistemática es un mal menor, aunque suponga una mutilación siempre será mejor que encontrarse con una camada no deseada de cachorros a los que es posible nunca se les encuentre un hogar. Sin embargo, hacerlo por problemas de comportamiento es una salida que en ocasiones se toma como solución, y sin embargo no siempre funciona, es más, en determinados casos puede empeorar el problema.
Extraído del número 2 (diciembre 2009) de la revista REC +
Autores: Almudena Ortíz y José Luis Arias. www.dogstar.es